Desde su detección en 2019 y años posteriores, hemos tenido el COVID-19 muy presente. Por suerte parece que esta pandemia ya está en fases de “gripalización” y, simplemente, deberemos convivir con ella, gracias a que su afectación a pasado a ser más leve o asintomática.
La enfermedad aguda del COVID-19 se ha estudiado ampliamente durante estos años. Aún así, a mediados de 2020 muchos estudios señalaban que los pacientes se quejaban de síntomas persistentes semanas después de la desaparición de la fase aguda. Actualmente, a esta condición se la conoce como COVID persistente.
Más detalladamente, los síntomas que se describen se caracterizan por una combinación de varios. Principalmente, fatiga y trastorno del sueño. Otras características son la disnea, los dolores articulares, la ansiedad, el mal humor, la disfunción cognitiva, el dolor torácico, el tromboembolismo, la pérdida de cabello y la enfermedad renal crónica.
Además, la inflamación sistemática tiene efectos negativos en la síntesis de proteínas y hace aumentar la demanda nutricional, que es difícil de satisfacer debido a la perdida de apetito, gusto y olfato causadas por el COVID-19. Por lo tanto, la perdida de masa muscular (sarcopenia) combinada con una ingesta deficiente llevan al paciente a una alta prevalencia en la desnutrición. Esta desnutrición hace que el paciente tarde más en recuperarse de la patología presente.
Rol de la nutrición en pacientes con COVID persistente
Se trata de evaluar el rol que tiene la nutrición en los pacientes con COVID persistente. Una de las principales obligaciones es restaurar la masa muscular perdida por la sarcopenia. Se trata de una condición progresiva y generalizada que causa pérdida de masa y de la función muscular. Mantener suficiente masa muscular y fuerza es importante para una vida saludable. Es sabido que la sarcopenia aguda ocurre durante el padecimiento de COVID-19, especialmente en pacientes mayores, con implicaciones directas para la función y la recuperación posterior. Por este motivo, la terapia nutricional para restaurar la masa muscular es muy importante en el manejo del COVID persistente.
Así mismo, la composición de la microbiota intestinal debe de vigilarse. Se ha observado su alteración por el uso de antibióticos en pacientes con COVID, pudiendo tener repercusión tanto a corto como a largo plazo, ya fuese en el bienestar físico como en el psicológico.
Otro efecto a tener en cuenta es el síndrome de fatiga en pacientes con COVID persistente, es decir, pacientes con síntomas parecidos a la fatiga crónica. En este sentido, se ha visto beneficio en los pacientes que tomaron antioxidantes y lípidos para la reducción de los síntomas. De hecho, la suplementación con glicofosfolípidos, antioxidantes y vitaminas demostró una mejora en las puntuaciones generales de fatiga de las personas utilizando la escala de fatiga de Piper.
Por último, cabe destacar el papel general de la dieta en los pacientes con COVID persistente, que parece afectar, fundamentalmente, en el bienestar físico y psicológico de las personas, Beneficiando la mejora del desarrollo de la ansiedad, la despresión, el estrés postraumático y deterioro cognitivo.
Es por ello, que la dieta mediterránea puede reducir los marcadores de inflamación, mientras que un alto consumo de grasas, saturadas y trans, y carbohidratos refinados podría provocar un deterioro cognitivo y una disfunción del hipocampo, que lleve a un deterioro del bienestar psicológico.
Recomendaciones dietéticas para pacientes con COVID persistente
Visto todo lo que se ha comentado, para combatir el COVID persistente se deberán corregir las deficiencias que provoca mediante patrones nutricionales que apoyen la recuperación del paciente.
En primer lugar, se deberá evaluar la ingesta energética. La mayoría de las personas experimentan una reducción de peso involuntario durante la infección por COVID-19, debido al aumento de inflamación, la pérdida del apetito y los trastornos en la deglución. Es por ello que se debe corregir el desequilibrio entre gasto energético e ingesta. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los pacientes con sobrepeso u obesidad presentan un mayor riesgo de peores resultados después de presentar infecciones agudas y son más propensos a desarrollar infecciones virales. De manera que, para este último caso, se recomienda una pérdida de peso de los pacientes con COVID persistente, previniendo así futuras infecciones y ayudando a reducir la inflamación subclínica relacionada con la obesidad.
A su vez, se debe evaluar el tipo de dieta y la cantidad de cada macronutriente. Lo principal será tener un buen consumo de proteína para así evitar la sarcopenia. Para esto se recomienda hacer una ingesta de 30g de proteína en cada comida. Además de tener un consumo total diario 1.2g/kg de peso corporal propio. Asimismo, para combatir la inflamación se recomienda consumir de 1.5 a 3 g/día de ácidos grasos omega-3. Y, por supuesto, aumentar el consumo de aceite de oliva virgen extra para proporcionar una ingesta adecuada de los ácidos grasos monoinsturados, tocoferoles y polifenoles, que han demostrado propiedades antiinflamatorias y antioxidantes.
En cuanto a los carbohidratos no hay preocupación, pero sí se recomienda el consumo de carbohidratos de bajo índice glucémico. Se deberá aumentar el consumo de fibra viscosa y fermentables (cereales integrales, pectinas de frutas, verduras y legumbres) en virtud de su efecto prebiótico sobre las bacterias productoras de butirato, que se asocian con la reducción de la inflamación en el huésped.
Sobre los micronutrientes, se ha demostrado que los pacientes hospitalizados con COVID-19 mostraron una deficiencia de vitamina D (76%) y selenio (42%). La vitamina D tiene un papel básico en la reducción de infecciones que se lleva a cabo por varios mecanismos. Estos incluyen la inducción de catelicidinas y defensinas, la disminución de la supervivencia del virus y su replicación, y el mantenimiento de las capas epiteliales sin daño. En consecuencia, se recomienda un consumo de 400 UI de vitamina D en los pacientes con COVID persistente, especialmente para aquellos que tienen una menor exposición a la luz solar, bien sea debido a confinamiento y/o hospitalización.
En conclusión, los pacientes con COVID persistente necesitan una evaluación personalizada para detectar que nutrientes son deficitarios y así poder ayudarles. Se cree que la dieta mediterránea puede ser de gran ayudar en casi todos los pacientes por su equilibrio en frutas y verduras, su bajo uso de hidratos de carbono simple y el consumo de aceites de calidad.
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Alex Márquez Mas